Puedo describirme en dos palabras,
mediocridad y aburrimiento.
Soy medianamente feliz,
sobrevivo.
El único pedazo de vida latente en mí
es la desesperación
de quien espera en una línea que sabe eterna.
Soy quien tiene el tic tac del reloj
perforando de oreja a oreja.
Soy la espera en un aeropuerto
por un vuelo que no saldrá jamás.
Soy la espera pasiva, paciente, casi eterna.
Soy quien espera la muerte sin apresurarla.
Quien sabe su cuerpo pudrirse lentamente,
día a día,
segundo a segundo.
Soy el sabor amargo en mi boca
de mi propio cadáver.
El peso contundente
de cada segundo por venir.
Soy la espera.
Soy quien cae sin aferrarse.
Soy el espiral eterno hacia un fondo inexistente.
Soy el infinito perverso, perforante, aletargado.
Soy la ceniza en potencia,
el vacío inútil,
el aire desperdiciado.
Pero soy,
desgraciadamente soy.
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