jueves, 6 de enero de 2011

Miedo a las alturas

Llovía a cántaros, como monzón, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Deberían declarar emergencia nacional y cancelar todos los vuelos, pensó. Es una irresponsabilidad por parte del gobierno dejar que las aerolíneas continúen en funcionamiento en estas condiciones, muchos vuelos se han caído por lluvias mucho menos fuertes que esta. Vio los boletos en la repisa y suspiró, el gerente le había dado una ultima advertencia de que no se realizarían más cambios de fecha para sus boletos. Además lo había prometido. Respiro profundamente y tomo su maleta. Sólo es un avión, se dijo. Salió de su casa y abrió el paraguas sobre el que cayeron tres gotas de lluvia para después detenerse. El solo lo encandilaba.

Aun con el paraguas abierto, bajo las escaleras y caminó hacia la esquina, miró el cielo esperanzado de que las pocas gotas que caían se volvieran un huracán, pero nada, se detuvieron por completo. Saludo a al vecina que lo observaba desde la ventana y espero a que pasara un taxi, pasaron 10 segundos y ya estaba dispuesto a regresar a su casa, nadie podía culparlo si no había tenido forma de llegar, pero un taxi paso lentamente frente a él. Resignado abrió la portezuela trasera del taxi y lo abordó.

-¿A dónde quiere ir? -preguntó el taxista, el hombre dudó.
-Al centro, por favor
El taxi avanzo veinte cuadras cuando el hombre se arrepintió. Lo prometí, lo prometí se repetía.
-¿Sabe que? Mejor hacia el aeropuerto por favor.

El taxista asintió mientras subía el volumen de la radio. Aunque quien sabe, pensó el hombre, la lluvia se detuvo, pero tal vez l humedad pudo haber oxidado los propulsores que pueden explotar en pleno vuelo descuartizando a todos los pasajeros.
-Disculpe, de regreso al centro por favor.
-Claro señor -dijo el taxista mientras viraba hacia la izquierda.

El vehículo avanzo veinte cuadras mientras el hombre ignoraba el celular que sonaba constantemente. Lo prometí, pensó. ¡Pero la humedad! Se respondía. Pero lo prometí.

-Si no es mucha molestia, ¿podría regresar hacia el aeropuerto? -dijo casi en un suspiro.

El taxista no respondió, sólo giró hacia la derecha para después seguir por avenida tres.

-¿Alguna vez ha escuchado de un avión que explote por la humedad y descuartice a todos sus pasajeros?
-No, señor -contestó secamente.
-No, yo tampoco, pero suena posible ¿no cree? Además, la presión no se siente adecuada el día de hoy, se siente un poco baja ¿no cree?
-No lo se señor
-¿Sabe qué? Creo que es mejor que regrese al centro.

El taxista lo ignoró, dio vuelta en el Boulevard Puerta Aérea a cinco cuadras del aeropuerto y se detuvo bruscamente.

-De aquí puede llegar solo al aeropuerto –dijo exasperado.
-¿Cuánto le debo? –preguntó avergonzado el hombre
-Lo que marque el taxímetro más la propina que quiera
-Todavía pide propina, ya no hay temor de Dios.

Le aventó un billete de cien pesos y bajó del taxi. Tardó una hora en caminar las cinco cuadras restantes, mientras cavilaba sobre los riesgos del terrorismo en México y los pilotos con certificados pirata.

Entró al aeropuerto y comenzó a buscar la puerta que le correspondía, después de un enorme recorrido de diez metros llegó a la conclusión de que sus boletos eran falsos pues la puerta no existía y caminó hacia la puerta del aeropuerto donde buscó otro taxi. Hizo un ademán para detener el primero que pasó y lo abordó. Nadie puede culparme, se dijo, yo lo intenté, además ¿quién necesita viajar en esas mounstrosidades si existen medios de transporte terrestres muchos más seguros? Pensó mientras veía el trailer acercarse a toda velocidad contra su ventanilla.

0 cuchicheos:

Publicar un comentario

^^