jueves, 23 de septiembre de 2010

El funeral del lobo

Ese sonido era omnipresente, en los sueños; como eco de recuerdos tachados corregido y aumentados.

Está tirado en el jardín con las patas rígidas y el hocico abierto, un liquido rojo mancha su pelaje gris. Me protejo con la barda que separa mi jardín de la casa de los lobos, pensé que podía protegerme de sus aullidos. Cubro los oídos de Liliana con mis manos ensangrentadas y escondo la cabeza detrás de su cabello de plástico.

El lobo entierra la pala en el suelo con un sonido sordo, rompiendo la cama de pasto y llenando de tierra las flores. Me encojo aun más contra la pared rugosa pero sus aullidos de dolor siguen rasguñándome los oídos. Silencio. Respiro hondo y asomo la cabeza hacia el escenario de mis pesadillas. Los lobos se abrazan, pero él está muerto, sin poderes, frágil, derrotado. Regresaron los aullidos, las lágrimas. Sonidos sordos.

Me lastimo el brazo contra la pared que se niega a resguardarme. Me cubro los oídos con las manos. Nada. El lobo se limpia el sudor de la cara con la camisa.

Los aullido se incrustan como navajas en mi cráneo, familiares. Espeluznantes. Repiten memorias ignoradas, huellas en mi piel. Más sonidos sordos. La pared no coopera, no me cubre de la bestia, no me cubre de los aullidos, de las lágrimas, de los recuerdos.
Empiezo a llorar, bajito, para que no me escuche. Los aullidos. El peso de su cuerpo. Sus lágrimas en mi cuello. Los sonidos sordos. La tierra cubre ahora todas las flores. Liliana cayó al suelo.

Los aullidos ahora son solo sollozos, toma a la bestia y la arroja en la fosa. Le vierte encima un líquido y saca de la bolsa de su pantalón una caja de cerillos, prende uno y lo tira en la fosa. Volvieron los aullidos. Se hinca en el piso con la cara iluminada por el fuego. Grita, aúlla, maldice, pero la pared no me protege. Sus manos bajo mi ropa, sus lágrimas en mi cuello. Sus aullidos me persiguen.

Pensé que ver a la bestia muerta seria una clase de alivio pero no está funcionando, me levanto y corro intentando alcanzar la puerta de mi casa pero me tropiezo y un ardor me recorre la pierna. Con la rodilla sangrando me levanto para poder llegar a mi casa y dejar de tragarme las lágrimas. Al tocar la perilla me detengo. Olvidé a Liliana. Regreso la mirada al patio. Tengo que rescatarla . Pero me topo con los ojos llenos de lágrimas de la bestia clavados en mí, la pala todavía entre sus manos, su mirada es peor aun que sus aullidos.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Palabras aleatorias (sinsentidos)

Son el deceso de las verdes.

Entramos bajo las mareas de mis jueves o mis viernes, devorando tus milagros con excesos bien pensados.
Me siento en el descenso de las perpendiculares atragantándonos en la luz del filamento, te devoro, me devoras.

En cuclillas nos arrastramos a finales del pasado con miradas de adjetivo, te retuerces, nos morimos.

No te sientes en doctrina que mis brazos son pesados, pero el final color guinda, nos atrapa, nos mutila

En tus uñas son forjadas las figuras de vertientes, que retuercen, que estremecen, me derrito, nos fingimos